Haití, un problema manifiestamente político

Article de Ramiro Pàmpols, jesuïta, capellà obrer, director adjunt de les escoles rurals Foie ei Joie d'Haití.

En alguno de mis correos que he enviado a diversos amigos de España he acentuado la preocupación que me embarga, no tanto respecto al trágico momento presente sino a nuestro próximo futuro.
Como he leído en un periodista español, el terremoto en Haití no es algo nuevo, ya existía anteriormente al interior de la vida el país. El terremoto ha manifestado de una forma contundente las heridas mortales que ocultaba Haití a lo largo de casi toda su existencia como país independiente.
¿Qué va a ser del país cuando se retiren las brigadas internacionales, los grupos de apoyo, las ayudas millonarias de estos días? Sin unas mínimas infraestructuras, algunas de las cuales son bien simbólicas, el Palacio Nacional, la DGI (Dirección General de Impuestos) y la Catedral, se enfrentará de nuevo no tanto con un futuro incierto sino con un pasado que nunca ha sido capaz de consolidar.
Por esta razón, el problema fundamental de Haití no es de ayuda económica (que hasta el presente y en diversas épocas ha sido enorme) sino las cuestiones de fondo que permanecen intactas. Enumerarlas ha sido el trabajo de los propios analistas haitianos que no tienen pelos en la lengua y han sido, tal vez, más lúcidos y crueles consigo mismos que yo pueda parecerlo ahora. Estoy incluso sorprendido de leerlo constantemente en un periódico nacional como “Le Nouvelliste”.

La primera grave carencia que está en la base estructural de todas las demás, es la excesiva dependencia económica del exterior. Incluso para la adquisición de los alimentos básicos como es el arroz, el aceite para cocinar, el azúcar y por supuesto al petróleo, que ahora generosamente surte Venezuela con precios políticos. Estos capítulos rozan el 60% de dependencia.
Mientras esta realidad no hiera la dignidad de Haití frente a su propia imagen de “mendigo permanente” de las instancias internacionales y las “remesas” familiares, será imposible que se dé una reacción saludable de la que brote una nueva y radical forma de hacer política.
Esta dependencia puede levarse hasta el límite si se considera en toda su amplitud, pues la mayoría de la población está sometida hasta cuatro dependencias:
- dependencia del estado, ya apuntada
- dependencia de las remeses que llegan regularmente de la emigración , también
indicada y que después del terremoto se muestra dramáticamente en las largas colas de
centenares de personas en los centros de recepción: Western Union, CAM, etc.
- dependencia de los esposos, compañeros o amantes (en casos no infrecuentes que
desde R. Dominicana o los EE.UU, alimentan a mujeres (a veces hasta tres), en sus
gastos diarios, matrículas escolares o universitarias…
- si contar la multitud de niñas o niños de corta edad y hasta su adolescencia, que
dependen por completo, en una forma de semiesclavitud, de sus familias de acogida.

Otra grave carencia se manifiesta, por ejemplo, en el éxodo masivo de profesionales haitianos hacia Canadá o EE.UU. Se habla de listas de espera en la Embajada canadiense, o de los USA (en estos momentos no dispongo de la documentación para precisarlo), de más de 30.000 de ellos. La fuga de cerebros ha sido constante y sigue imparable. Peor aún, la fuga de brazos, tal vez los más fuertes y decididos, es también una sangría permanente: República Dominicana tiene más de 800.000, ha alcanzar prácticamente los tres millones de migrantes en el mundo entero.
¿Cómo puede subsistir un país del que emigran los hombres y mujeres más dotados?
De los grupos sociales que permanecen en el país, el más significativo por su poder económico, tal vez no alcanza el 10% de la población y que percibe un índice importante del PIB, se desentiende de su estado de postración. Sin duda han puesto en marcha algunos negocios muy rentables, pues apenas tiene que pagar impuestos y contratan a los trabajadores por salarios casi miserables. No hay más que ver la lucha feroz de estos últimos meses por subir un salario mínimo que había permanecido inalterable los últimos siete años en 70 goudes (menos de dos dólares diarios). Finalmente se llegó al acuerdo de que algunas empresa pagaría los 20 goudes, aunque habrá que ver con que rigor se les va a controlar y el resto 125.
¿Cómo puede crearse en el país una incipiente clase media con estos salarios de miseria?
El resto de la población intenta sobrevivir a base del trabajo informal, casi en un 80%, vendiendo frutas, legumbres y chucherías, aparte de algunos pequeños componentes como teléfonos móviles y complementos del automóvil o pequeñas herramientas,…
Para mí, Haití es uno de los países del mundo con menos productividad y valor añadido.
Millones de personas malviven al paso de los días con estas ínfimas ganancias.
¿Qué clase de cultura puede generar esta forma de vida? ¿Qué calidad puede tener la enseñanza universitaria, casi sin los medios más precisos?
La huelga de los estudiante de Medicina y Farmacia esta a punto de cumplir un año, mientras siguen reclamando que ciertos cursos no se conviertan en simples seminarios.
Sin biblioteca, sin medios para el transporte, sin facilidades para el comedor y pocas becas, los más decididos optan por ir a Cuba a estudiar medicina.
Los Partidos políticos mantienen este nombre pero apenas si puede decirse que lo son. Más bien son grupos de presión, con ciertos intereses políticos muy particulares, por no decir personales, sin casi un programa que ofrecer a la ciudadanía y en ocasiones con candidatos que están bajo sospecha de haber cometido algún delito.
De nuevo, con esta “cultura política” ¿qué futuro nuevo puede ofrecerse al país que tiende a ignorarlos casi por completo?
Después de este terremoto, no sé si habrá la capacidad de celebrar las elecciones al Parlamento y a un tercio del Senado para el próximo mes de febrero. Nadie ha dicho nada aún acerca de alguna alternativa razonable que evite el vacío de poder legislativo.
Parece que los Diputados ya han solicitado prolongar su mandato dos años más.
Sin una o varias nuevas generaciones de políticos, con nueva visión, tal vez al estilo del primer tiempo de Aristide (y por esto algunos gobiernos foráneos se preocuparon por desplazarle), y de fuertes organizaciones cívicas, urbanas y rurales, y tal vez unos municipios con mayor autonomía de acción, va a ser difícil dar un vuelco a una situación tan precaria y casi caótica, como corre el riesgo de convertirse la etapa que nos espera. Creo, sin embargo, que existe una verdadera capacidad organizativa desde las bases populares demostrada en un pasado no demasiado lejano, en los años 60 hasta los 80 que luego, desaparecieron…
Los actuales movimientos populares espontáneos ( a causa de la hambruna), si se logran canalizar, podrían ser una fuente de energía y de control político y social, desde las base misma de la sociedad. Y si no se consigue, cabe el riesgo de un explosión popular de consecuencias imprevisibles.
Esta falta de liderazgo pleno y honesto marca hoy por hoy en profundidad un Gobierno que en las 24 primeras horas después del terremoto no había dado aún señales de vida y sin haber creado un gabinete o algo parecido, para gestionar la crisis que se había venido encima.
Finalmente quiero destacar (dejando a un lado porque desconozco cómo se mueve en el país el narcotráfico), la fuerte corrupción que permea las diferentes instituciones, especialmente la Justicia. Sin duda se había hecho últimamente un esfuerzo por reducirla. ¿En qué quedará ahora en un país destrozado?
Pero no se trata tan sólo de corrupción institucional. El pueblo participa, incluso sin darse cuenta y esto es lo peor, de este juego peligroso que no permite ser transparente en la misma vida diaria. La pobreza misma, tan evidente en todas sus manifestaciones, llega incluso a impedir, a decir de algún pensador, la propia libertad individual y lleva a reaccionar en la vida diaria a base de compulsiones, de actitudes de autodefensa por todos los medios, para salir precisamente de la pobreza que ahoga una mínima seguridad en la vida personal, familiar y del propio clan o grupo humano al que se pertenece.
No quiero acabar esta reflexión en voz alta sin referirme al papel que están ejerciendo las numerosas ONGs que pululan en el país, sin duda con buenas intenciones pero sin atender al fondo del problema. Mi convicción es la siguiente: Sin unas ONGs lúcidamente politizadas, es decir, conscientes de las consecuencias políticas de sus actividades, más bien retrasan e impiden que Haití sea capaz de valerse por sí mismo. Esta afirmación puede parecer dura e incluso injusta. Acepto que se den algunas excepciones. Pero permítaseme evocar un ejemplo bastante reciente del fracaso total de muchas ONGs. Me refiero a Nicaragua. En los años 80 y 90 fue el país que más ayuda solidaria recibió del mundo entero, especialmente de los países más sensibles a la nueva forma de sociedad que estaba intentando construir. En estos momentos que estoy escribiendo estas líneas, es el segundo país más pobre de América Latina, después de Haití.
Me pregunto de qué sirvieron tantos millones de dólares, de los que por otra parte nunca rindió cuentas públicamente.
Concluyo: el esfuerzo de imaginación, creatividad y coraje político que Haití ha de desarrollar a partir de ahora es tan grande, que temo corra el peligro de caer una vez más en los brazos de ciertas “solidaridades” que éstas sí tiene muy claro cuál es su objetivo “ayudando” a la “reconstrucción” de un pueblo que merece otro destino.

Tres o cuatro pinceladas de esperanza: cada mañana, multitud de niños y jóvenes se dirigen a la escuela con sus variopintos uniformes, a pesar de que todavía existe un 40% sin escolarizar.
En las dos Universidades más importantes de la República Dominicana estudian más de 6.000 jóvenes haitianos.
El mundo artístico haitiano, historia, literatura, poesía, pintura, novela, música, es de una riqueza extraordinaria. Falta, a mi entender, una inquietud política de fondo, una denuncia y una pasión implacables de lo que observan a su alrededor. Faltan Jaques Roumain apasionados por su país. Pero presiento que sus cimientos van a temblar al servicio de su pueblo.
Como observador atento a la vida diaria, contemplo en las horas “punta”, cómo circulan numerosos vehículos que aun medio destartalados, llenan las calles y avenidas principales de la capital y la zona metropolitana. Sin duda son una señal de una emergente clase media.
Mientras escribo, en estos días en plena labor de rescate de víctimas y entrega de alimentos indispensables, se están celebrando reuniones en nombre de la sociedad civil, para reflexionar cómo enfocar la vida del país en el futuro.
Me queda, sin lugar a dudas, la hermana pequeña, la esperanza, como solía decir Charles Peguy. Ella seguirá acompañando a quienes amamos este pueblo, a pesar de acontecimientos tan devastadores como el terremoto que acabamos de padecer.
Port-au-Prince, gener 2010

Comentaris

Anònim ha dit…
Gràcies per haver tornat a "alimentar" el bloc.